Con esa jugada, el clímax que corona toda gran final, los Giants conquistaron las World Series de la Major League (MLB), el máximo trofeo del béisbol mundial, 56 años después de su último título, en 1954, cuando la franquicia aún estaba en Nueva York. La victoria por 1-3 en el quinto partido colocó el 4-1 definitivo para San Francisco, donde recaló el equipo en 1958. Desde entonces, los Giants habían jugado otras tres finales (1962, 1989 y 2002), pero debieron esperar a la cuarta para unir otra victoria a los éxitos de 1905, 1921, 1922, 1933 y 1954, cuando acabaron con la racha triunfal más larga de la historia, los cinco años de reinado de New York Yankees (1949-53), a quienes suceden también ahora en el palmarés.

A pesar del papel estelar de Lincecum, Rentería, de 35 años, fue elegido MVP por dar el golpe ganador, igual que hizo en la final de 1997 con Florida Marlins. “Es increíble estar en esta situación. He disfrutado los dos títulos”, exclamó el colombiano, héroe a pesar de un año tan difícil por las lesiones que incluso pensó en la retirada, algo que sigue ahí.

En el patio trasero

Si Rentería ya conocía el sabor del triunfo, su entrenador lo probó por primera vez para enterrar cierta fama de perdedor. “Éste es tu sueño. Comienza desde que juegas como niño en el patio trasero hasta que firmas un contrato como profesional. De esto se trata el béisbol, del momento que uno vive ahora mismo. Yo estoy viviendo un sueño. Es una sensación de euforia muy difícil de explicar”, aseguró Bruce Bochy, 16 años en la elite.

Endulzó así el trago amargo de la sangrante derrota (4-0) como técnico de San Diego en la final de 1998 contra los Yankees. Rotó a sus jugadores sin fijarse en sus millonarios sueldos ni temblarle la mano y obtuvo la esperada recompensa. La máxima